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El mayor espectáculo del mundo

19-04-2022


El mayor espectáculo del mundo

Recientemente -17 de abril- se ha conmemorado el Día Mundial del Circo, una efeméride que celebra una tradición antigua, formada por un conjunto de actividades (una forma de vida…) que nos trae a la memoria la habilidad, el riesgo, el esfuerzo o la diversión. En la actualidad, ateniéndose a la legislación que regula su funcionamiento, el circo continúa reinventándose para ofrecer lo mejor de sí mismo a una sociedad que goza de un amplísimo abanico de distracciones. Numerosos circos pasaron y continúan haciéndolo por Elche, instalados en unos emplazamientos que variaron con el tiempo, alejándose del centro tradicional de una ciudad que creció rápido.


En los años setenta y en los primeros ochenta, tuve la suerte de ir al circo, casi siempre con familiares. Entonces, los circos solían ubicarse frente al viejo campo de fútbol de Altabix y de la fábrica La Zapatillera, un espacio capaz situado en un extrarradio industrial que pronto acogería nuevas viviendas. Como vecino de ese barrio, la llegada de un circo me resultaba habitual, un escenario cercano compuesto por cuerdas, lonas, luces, camiones y gente que trabajaba con ahínco y que hablaba –nos parecía- todas las lenguas del mundo.


Allí reíamos con los payasos, nos sobrecogían los trapecistas y nos estremecían “las fieras”, junto a una multitud que abarrotaba aquellas gradas de madera cubiertas por la carpa. Conocí “el Price” –más adelante disfruté en Madrid del Teatro Circo homónimo-; “el Atlas” de los inolvidables hermanos Tonetti; “el Mundial”, donde nos dejaron entrar gratis –fui ya con amigos- por haber colaborado en el montaje esa misma mañana… Pero pasaron los años y, con ellos, otras ocupaciones y ocios me alejaron de aquel descampado del barrio donde, fugazmente, paraba este heterogéneo grupo humano.


Hace una década, en el desempeño de mi actividad profesional en el Museo Arqueológico y de Historia de Elche “Alejandro Ramos Folqués”, volví de nuevo al circo. Una mañana, había recibido en el MAHE la visita del maestro del “Acuático”, recién llegado a la ciudad y montado frente al centro comercial l’Aljub. Este hombre era el responsable de educar a la población en edad escolar de la familia circense en su deambular por la geografía española. Me proponía realizar una visita al museo con estos/as niños/as, hijos, sobrinos o nietos/as de los/as artistas de la empresa. Pero no solo visitar el museo con ellos/as, sino hacerlo también con aquellos familiares que pudieran acompañarles ese día. Por supuesto, la idea me pareció excelente y nos dispusimos a la tarea. Comenzamos por visitar el circo y su escuela rodante -una suerte de tetris conformado en un habitáculo alargado y luminoso-, instalada en un remolque que compartía el aula con la vivienda del profesor y su esposa. Pude conocer entonces, entre bambalinas, a unos artistas discretos y eficientes que me mostraron su trabajo y sus hogares. Al día siguiente, la visita del circo al MAHE resultó todo un acontecimiento. Grandes y pequeños disfrutaron de una de las escasas salidas que se pueden permitir más allá de sus emplazamientos provisionales. Huelga decir que lo pasamos en grande. Días después volví al circo como espectador y, de nuevo, los pude ver a todos/as en acción, con sus malabarismos y sus bromas.


Desde el Museo Escolar de Puçol, donde se conserva una reducida colección de publicidad sobre el mundo del circo, queremos agradecer a estos/as profesionales su generosidad y buen hacer. Felicitarles, también, por su día y por permanecer junto a nosotros; por alegrar la vida de tantas personas que disfrutamos del mayor espectáculo del mundo.


Autor: Rafa Martínez, director del Museo Escolar.

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